lunes, 7 de mayo de 2012

El legado de Evita, por Victor Santa María


Uno de los actos más monstruosos de la dictadura militar de 1955, fue el secuestro del cadáver de Eva Perón para hacerlo desaparecer. Pensaron que así podrían terminar con ella para siempre. Sin embargo, para su asombro y desesperación, ‘esa mujer’ se convirtió en su pesadilla.

Evita permaneció viva en los altares de millones de hogares que no estaban dispuestos a olvidar su gigantesca obra de justicia social, su lucha permanente contra la oligarquía y las poderosas minorías económicas que conspiraban contra el gobierno popular que los había dignificado. Una lucha que no declinó siquiera contra los dirigentes claudicantes de su propio movimiento.

Y permaneció junto al corazón de Juan Domingo Perón. Ese hombre al que amó apasionadamente, desde aquel, su día maravilloso, como ella lo definió, cuando lo conoció en 1944.

Todavía, a casi 60 años de su muerte, Evita sigue gritando su último y más intimo deseo: “Quiero vivir eternamente con Perón y con mi pueblo. Esta es mi voluntad absoluta y permanente y es, por lo tanto, mi última voluntad”

por Victor Santa María.

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